martes, 6 de septiembre de 2011

Esfuerzos...

Era tarde. Caminaba inmerso en la soledad de la lumbre de las farolas en la lluvia. El viento corría por entre las calles, zarandeándolo lo suficiente como para que tuviera que detenerse en cada arremetida. Miraba atrás ya sólo de vez en cuando. Lo que antes era el presentimiento en forma de escalofrío se ha convertido en la fuerza que no deja de repetirle que todo ha cambiado. Y aunque ni él se lo creyera, tenía en mente que era progresar en su vida. Nunca desistió y siempre fue persistente en conseguir sus metas...
Pues esa noche era una de las muchas que conformaban su triunfo.

Esa noche había algo especial, puesto que llovía. El agua resbalaba por su frente, sus mejillas, y por toda la ropa. Sentía el frescor en contraste con todo lo que tenía guardado en su interior, lo que a su vez lo calmaba. Le daba la sensación de que era la hora de dejar de caminar en falso, y dar el verdadero paso...
Fue a parar al obstáculo más significante de toda su vida. Dejó de caminar un instante mientras observaba aquel charco que se formó delante de él. Quiso asomarse, y ver su reflejo. Pero cuando se asomó, no vio más que un contorno que se deformaba con cada golpe de gota, un rostro inquieto y cambiante que no podía dejar de moverse. Ese era él. Realmente ese era su reflejo en aquella noche de Enero. Era el reflejo de alguien que luchaba por el cambio, por modificarse. Era la eterna pelea para configurar un nuevo él más resistente. El agua se había convertido en el catalizador, y limpiaba su exterior tan lleno de heridas a la vez.

Miró al cielo como pudo, con fe de encontrar aquel responsable de su revelación. Y algo vio.

Volvía corriendo al parque de donde venía, y la lluvia apretaba con fuerza. No podía creer lo que estaba viendo. Era él. Él sentado en aquel banco que le causaba por ese entonces escalofríos. Se veía con un ramo de flores en la mano... "Típico" pensó.
No sabía muy bien qué estaba pasando, pero no pudo evitar la tendencia a acercarse al banco. A medida que se acercaba era más consciente de que lo que estaba viendo estaba ahí, que si era producto de su imaginación, dios le bendiga por su cabecita. Cuando estuvo a pocos cm de sí mismo se observó. Observó el reflejo de un pasado que ya no existía. Un pasado en el que se cuestionaba una y otra vez si realmente era feliz, mientras se mentía a la vez mirando fotografías o leyendo cartas de particular pasión.

Cerró los ojos un instante y respiró hondo. Entonces miró su propio reflejo, y le tocó el hombro. El reflejo en ese momento reaccionó y se le quedó mirando atónito. Con su sonrisa clavada en su rostro, agarró el ramo de flores, quitándoselo de sus manos, y, con total generosidad y certeza, regalándoselo a sí mismo sentado...
El reflejo se quedó mirando en silencio la ofrenda. Nunca antes había vivido un momento así. No estaba acostumbrado a recibir ese tipo de cariño. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras recibía el regalo, y con aires de seguridad lo miró:

-Gracias, me has salvado. Ahora será el momento que tanto esperabas... Tu momento.

Como por casualidad, la lluvia cesó casi inmediatamente. Él, sorprendido, miraba al cielo preguntándose qué tipo de suceso celestial era ese. Y cuando volvió la mirada al banco, ya no había nada allí. La tranquilidad que armonizaba su cuerpo era tal que ni siquiera pensó en correr, ni siquiera tuvo miedo en su rostro. La paz interior ahora fluía, siendo testigo del equilibrio entre sus emociones...

Esa noche fue especial. Fue la noche especial que tanto esperaba. Hasta llegó a asumir que iba a perder demasiado peso andando tanto todas las noches desde su casa al banco y de vuelta y no comiendo por falta de apetito... Más tarde esbozaba una sonrisa en su rostro, y lo primero que hizo al llegar a casa...

... fue cenar.

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