lunes, 5 de septiembre de 2011

Carta desde el Cielo...

Querido lector:

Escribo para describir las sensaciones que ya no puedo soportar más en mi interior. Siempre tuve curiosidad por saber qué habría tras esa puerta que todos hemos de haber cruzado en el final de nuestras vidas. Y en estos momentos, sólo algo en mis adentros que sigue funcionando como un corazón me dice que este lugar me resulta familiar. Cada segundo que permanezco en este sitio me hace plantearme más qué he hecho con lo que se me dio. ¿Qué hice?

Si tuviera que describir lo que me rodea, lo más acertado sería mirar en mi propio interior. Cada detalle que me engloba en esta precisa eternidad instantánea hace que vea el reflejo de un alma dolida y apagada. Cada centímetro de lo que observo como mi cuerpo lleva arraigadas marcas y cicatrices de una experiencia arrolladora como la...
Vida es lo que uno considera como tal. La mía acabó mucho antes de que yo llegara a este lugar, y es algo de lo que me he dado cuenta justo cuando he recordado haber estado aquí. Este lugar es la ausencia de vida, de esencia. Este es el lugar al que van a parar los cuerpos que ya no pueden retener más tiempo un alma tan activa como melancólica, añorando cada segundo el tiempo en el que era libre.

Por más que lo intento mi mente ya no responde como lo hacía antes. Cada recuerdo retenido y secreto se ha convertido en motivo para sufrir, condena y tortura de mi ser retenido en sí mismo. Mis barrotes me resultan familiares a la vez que hostiles, y me es imposible poner control en mi propio cuerpo. Este lugar no es como todos soñáis. Este lugar consiste en tiempo eterno para la reflexión eterna.

Una vida más allá de la primera que se recuerda...

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