domingo, 3 de agosto de 2014

Ser o no ser


[...] Verán ustedes... En aproximadamente dos horas es la vigésima vez que me he cuestionado quién soy, o quién debería ser acorde a cómo normalmente me comporto. Para este asunto no existe una guía detallada "para idiotas" - y miren que no estaría nada mal - por lo que mi diálogo conmigo mismo no es que esté perdido, es que directamente no tiene ni pies ni cabeza.

¿Quién soy? Esta maldita pregunta es casi tan inevitable como explotar burbujitas de plástico de embalaje. Digamos que el eco de esta cuestión en la cueva de mi cabeza se traduce en más y más preguntas inferiores. Divide y - tal vez - vencerás. ¿Qué estoy haciendo? ¿Quién quiero ser? ¿Cómo me comporto? ¿Me parezco en algo a los demás? Apuesto a que alguno/a de ustedes de igual manera se ha visto arrinconado/a contra la pared, y en ese instante ha tirado de una solución rápida aunque nada práctica: soy lo que parezco ser.

¿Es esto así? ¿Somos lo que parecemos ser? O tal vez, ¿somos lo que queremos parecer? Mi cuestión vuelve a asaltarme y la lucha parece bastante perdida. Sin embargo, es necesario rascar la superficie del asunto, aunque nos dejemos los dedos en ello. Parece que unir los verbos "ser" y "parecer" no propicia una correcta reproducción del sentido que esperamos extraer para solucionar nuestra duda existencial, aunque en términos gramaticales ambos verbos, ser y parecer, son verbos copulativos - y ya sabemos lo que nos gusta copular -. Si yo fuera tan estricto y tuviera que parecerme a algo para ser, tendría un grave problema.

No escribo por amor. No encuentro palabras agradables en su sonrisa, porque la sonrisa en sí no es palabra. No veo atractiva una canción con afirmaciones obvias sobre lo maravilloso que es ser feliz - que casi siempre se relaciona con estar enamorado -. Me inspira demasiado bien la tristeza. Encuentro un llanto poético, y detesto la compasión barata. No necesito demostrar al público lo feliz que soy cada tres minutos, sino descubrir qué es lo que me hace feliz en cada instante y aprovecharlo. El silencio realmente puede tener ventajas y su atractivo. No voy a morir si alguna vez no tengo a alguien a mi lado. No soy lo que como, ni lo que bebo, ni bebo para ser. Lo que aparento es lo último que soy, por lo que no me obsesiono en aparentar. No soy una máscara ante una mirada perdida, ni un lobo vestido de cordero. Me enorgullece expresar algunas veces sin utilizar palabras, así como saber estar callado cuando se requiere...

...

Puede que algunas veces no sepa quién soy, pero lo que sí sé es que no puedo fijarme en todos y cada uno de los prejuicios, estándares, cánones y modas para intentar saber quién soy. Puedo ser alguien que no me gusta en determinadas ocasiones, alguien rudo e imperfecto, tal vez difícil de entender y de controlar - en el buen sentido -. Puedo ser inestable, frío, distante, y también eufórico e imparable. Puedo ser de mil maneras, ser un "todo en uno" de carne y hueso... Porque lo importante en este asunto es que debo ser, y no parecer.

Manteniendo esta premisa, podemos mirarnos en el espejo, recordar nuestros sueños, pensar en esa sonrisa que nos ha salido involuntariamente en algún momento de muchos - y ya de camino echar unas carcajadas recordándolo -. Podemos hacer memoria de nuestra infancia y nuestra inocencia. Podemos saber qué queremos mejorar de este mundo y cómo queremos que cambie.
Podemos estar seguros de que somos nuestra razón para estar vivos, nuestra propia particularidad, eso que no es igual a lo demás. Somos el cambio que tanta ilusión nos hace ver en el mundo, una proyección hacia el futuro formada por todas las experiencias del pasado. Somos incomparables, inconmensurables e inigualables.

En resumidas cuentas: somos, que no es poco.

Y es que dentro de esta conclusión se dan casos como el mío. Para aprender a ser algo más que un simple "alguien" he tenido que valerme sin otro/a alguien a mi lado. Es mejor la soledad que la compañía no deseada. Es mejor saber estar con uno mismo primero, antes que intentar estar con los demás. Es más sano ser para uno mismo que aparentar para el mundo.