viernes, 2 de septiembre de 2011

Aquello por lo que se lucha...

Aprendí la lección, maestro, allí donde ni siquiera las palabras ahondaban como de costumbre. Siendo testigo imborrable de tal situación, mi corazón comprendía aquello que siempre resultó ser el misterio que me transmitiste con sabiduría. Bien recuerdo ahora tus palabras: "no busques la respuesta, sólo espera que te alcance".
Soy ahora predicador de la no palabra. Soy el mensajero de las sensaciones que, en contacto con nosotros, conviven en paralelo con nuestras vidas a pesar de que no siempre podamos ser conscientes de sus presencias. En mi mente, cuanto más camino, más reafirmo ideales de bondad y honradez moral. Si mi objetivo es ser una persona desequilibrada entre miradas meticulosas, avanzaré sopesando entre lo único del sentido que doy a mi mensaje y la aceptación de mis desiguales.
Maestro, clara es la respuesta que antaño vislumbraba entre cortinas de seda. Mas nunca abandonaré la posición que adoptó mi alma cuando la descubrió.

Me enfrento severamente a la oscuridad de su ausencia. La tan temida ausencia que en mi pasado invadía con palabras todo rincón que veía. A su paso, cientos de vocablos describían con la certeza propia de quien observa pero no siente. Inexistentes aquellos que andaban refiriéndose a lo que precisamente no podían describir. La esencia de su flujo reside en fluir sin la intención de hacerlo, describir sin el uso del propio instrumento. Allí donde nos dejara continuaríamos con el camino a seguir sin mirar atrás. El ejemplo se establece propiciando cada situación que queremos rechazar...

... Por eso callo, maestro. Mi voz no tiene necesidad de salir al exterior para simbolizar nada. Todo lo que necesito siempre ha estado en mi interior, y dentro de cada una de las personas a las que me dirijo. Cada cual admite si cometió error pero nunca ha supuesto un problema para avanzar. Ahora todos en conjunto prefieren siempre dirigir su vista al horizonte e iluminar con la única arma que no requiere de violencia para solucionar conflictos.

Maestro, ahora que me observas desde el culmen de tu propia sabiduría, allí donde nada te impide expresar tus conocimientos y brindármelos a través del viento, sólo puedo decirte algo mediante el habla hacia uno mismo:

Sonríe.

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