martes, 10 de junio de 2014

La peor situación: tormenta.

Solamente un trueno rompía con el silencio sepulcral de su pequeño hogar, su trozo de realidad. Tal y como las gotas de agua golpeaban sin cesar el tejado de barro cocido, sus pensamientos lo atornillaban en su mente, curiosamente también construida de barro... Porque realmente hablamos de un chico muy moldeable, siempre tentado con la felicidad, con la paz y la calma de haber hecho las cosas bien. Hablamos de alguien deseoso de ser buena persona, pero ingenuo e iluso: alguien para quien el mundo no está preparado.

De nuevo, otro trueno removía hasta los cimientos de su alma, y el estruendo irrumpía groseramente en su discutir consigo mismo. Aquellas palabras, tan cortas y tan presentes... tan simples y tan subjetivas... pero tan ciertas y reales lo agitaban de un lado a otro de su mente, y su diálogo ya no era controlado, su pensamiento había salido de todas las maneras posibles. Su mente se había vuelto salvaje.

"¿Es cierto que soy así de frío?" Pensaba inquieto, temiendo lo peor. Tragaba saliva con dificultad mientras habría una pequeña caja que guardaba bajo su cama:

"Aquí están... Tantos recuerdos de tantas historias, de personas que una vez estuvieron y que... parece que por mi culpa... han desaparecido. Por mi culpa, por no haber hecho las cosas bien... porque no basta con desearlo, y yo no he sido lo suficiente para ninguna de estas personas. Y ahora, ¿en qué me he convertido? Ahora soy un demonio. Ahora hago daño, soy frio, aparto a todos de mi lado y acabo con toda esperanza... No tengo razones ni motivos. No tengo fe ni metas, ni ilusión. No más, porque solo tengo dolor y arrepentimiento. Y este sería pues mi destino. Yo, mi mente, y una tormenta a mi alrededor.
... Tenían razón. Soy frío, serio y distante. Soy algo que no vale nada y con quien ni merece la pena hablar. No tendré nunca más en mi vida esa motivación que una vez me caracterizó. Porque he perdido demasiado de mí mismo, y he perdido a demasiadas personas."

Al cerrar la caja derramó una gota de llanto sobre ella. En silencio, siempre en silencio, siempre arrepentido de en lo que se había convertido, siempre aislado y convencido de no merecer ayuda, de no ser útil ni para él ni para nadie.
Finalmente ató sus pies y su mano izquierda a la cama para no sufrir daños en sus sueños. Lo bueno de la lluvia es que era el sonido más familiar y seguro que tenia, ideal para intentar dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario