domingo, 6 de mayo de 2012

Y en su playa caminaba, aquella que nunca le dió la espalda. La cálida luz que le envolvía del frío de aquella noche no solo le daba fuerzas para avanzar, para pensar. La luz lo orientaba hacia la esperanza, hacia la voluntad. La voluntad de encontrarse entre las espumas de la orilla, entre ola y ola, entre relucientes bordes plateados que decoraban el mar revuelto... La voluntad, que aquella noche creyó extinta.
Pero ni mucho menos, cada paso que daba lo hundía más en el torbellino de sus pensamientos... Todo parecía claro, todo tenía sentido, todo era lo que quería que fuera y bajo la corta comprensión de nadie. Y más y más, ahondaba en su abstracción, en ese pequeño trozo de realidad que no se manchaba de prejuicios ni perjuicios, que no se llenaba de negro y su frío, que nada era nunca, y el para siempre sólo para los que lo merecían...
Allí donde pensar en el alrededor se definía como ser ellos, como ellos y para ellos, y ellos pensaban lo mismo. Las miradas lo decían todo a cada paso que se encontraban entre sí, cualquiera de ellas, y la sonrisa nunca estaba de más...

Allí lo tuvo, durante décimas de segundo, un mundo ideal donde lo próspero era real, donde la sinceridad aplacaba el instinto egoísta de quienes se dejaban adormilar por el placer del momento...
Allí lo tuvo, justo antes de desvanecerse en el sonido del mar. El sonido que le despertó de aquel profundo sueño que lo llevaba a riendas sobre sus piés... Sobre la arena fría marcaban el paso las huellas de lo que fue antes de convertirse, antes de ser esa persona ansiosa por alcanzar sueños e ilusiones, iluso y soñador tachado por donde pensaba, pero nunca perdió su fuerza.

Actualmente, en silencio sienta cada anochecer en las dunas de su propia mente. Se dedica a observar el horizonte que lo separa de la realidad que siempre ha querido sustituir.
Nadie sabe dónde está esa playa, nadie sabe de la existencia de la tan bien descrita arena cristalina como el propio mar que se atreve a pregonar allí donde va. Nadie ha conseguido saborear la brisa que dice calar hasta el alma. Nadie sabe dónde quedó el raciocinio de tan ejemplar persona...

Pero ahí sigue, a pesar de injurias de irrespetuosas bases psicosociales, sonriendo como si del último día de su vida se tratara... Porque a pesar de no poder cambiar nada, sabe perfectamente que lo que necesita se encuentra ahí, enterrado en las arenas, las arenas de su tiempo, las que quedan por recorrer hasta el final de esa playa...

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