viernes, 10 de enero de 2014

El diario.

"Desperté entre sábanas blancas y te admiré... hasta la primera luz de tu mirada.

Porque no hay nada más hermoso, no, que ser presa encarcelada de los sellos que me besas...

Y tus manos, que me llevan, me trasladan a una felicidad única y me dejan embobado por tu voz, que para mi es pura música...

Es que aún no lo comprendo y jamas creo que entendería, que siempre soñé con este amor de ensueño y yo solo soy un secundario a tu lado, protagonista de esta fantasía.

Y donde antes solo cultivaba silencio ahora mi felicidad grita de alegría... Con poco hilo casi roto pudiste coserme una verdadera sonrisa."

...

Ya no pudo contener una pequeña lágrima por su mejilla, aunque esta vez no quiso tampoco... esta vez no era de tristeza. Cerró aquel pequeño diario lleno de polvo y mil rasguños, y lo agarró con fuerza. Sus páginas albergaban su vida, y su corazón descrito con palabras. La noche era muy tranquila y el silencio no le resultaba incómodo esta vez...
Se secó la cara justo a tiempo, porque la puerta se abrió y ella entró en la habitación:

- Te he traído una infusión roja, igual que la mía. Es mi favorita, espero que te guste, aunque ya se que no eres mucho de beber infusiones.

Su sonrisa aderezó aquella bebida a la que tan poco estaba acostumbrado, y mientras bebía pudo cerrar el cajón suavemente con la cintura, guardando aquel diario en secreto. Él observó aquellos ojos mirándolo fijamente, y casi que olvidó el sabor de la infusión. Ella lo era todo para él. Entonces intentó hablarle:

- Sabes... Se que soy muy pesado... Y de veras lo siento por repetirlo tanto, pero yo te...

Ella le cerró la boca poniendo un dedo delante de sus labios:

- Ya lo se tonto. Me lo dices muchísimas veces al día. Se que eres inseguro y piensas que el día de mañana puedes perderlo todo, pero yo estoy aquí contigo. No tengas miedo y no te preocupes...

Él la miró y le respondió:

- En realidad no es por eso por lo que te lo digo. Yo escribo, mi don es el uso de la palabra. Se que es molesto que esté todo el día diciéndotelo, pero si me quitas la posibilidad de decírtelo, me quitas la mejor manera que tengo de expresarte lo que siento por ti. También tengo miedo, pero tu mirada me salva siempre.

Ella no pudo evitar sonreír, y él la miró a los ojos:

- Te amo...

Aun habiendo escuchado esas palabras muchísimas veces, ella sintió que fueron de nuevo las primeras. Ambos tomaron infusión casi en silencio, porque desde hace años podían hablar con la mirada...

- Eres idiota, pero un idiota muy adorable... No volverá a pasar un año más estando separados. Fuiste el primero, y también serás el último.

No necesitaron hablar más. Tenían miradas, infusión y besos. ¿Qué más necesitarían?

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