sábado, 28 de diciembre de 2013

Papá y Mamá

Os escribo como resultado de mi desastrosa capacidad para hablar en los momentos clave. Ya reconocí hace mucho tiempo que cuanta más razón pueda tener, menos controlo ese impulso que me lleva a expresarla muy, muy alocadamente.

Se que, como cualquiera, no soy perfecto tampoco. Carezco de muchas virtudes y peco de pocos, pero abundantes, defectos. Mi visión de las cosas es subjetiva también, aunque cuento con la ventaja de que soy objetivo con respecto a vosotros dos, y puedo desempeñar algunas veces el papel de juez para que los conflictos familiares lleguen a buen puerto. Porque tenemos, por mucho que a veces queramos escurrir el bulto, conflictos familiares, como cualquier familia.

Pero gracias no más que a vosotros dos, en nuestra familia tenemos nuestros intentos de solucionar las cosas. Habéis conseguido que, aún con nuestras barreras personales, podamos hablar siempre en los momentos más importantes. Y yo me siento más que orgulloso de no ser otro hijo más que da la espalda a la familia que lo ha criado con todo su amor. Yo soy de ese escaso porcentaje de hijos que da la cara cuando alguien en el hogar se siente suprimido, y que siempre ofrece su ayuda cuando alguien está al borde de la depresión. No soy más que un chico que tiene cierto gusto por preparar situaciones que sirven de contexto ideal para pensar. Y por supuesto, tras pensar, conversar ya sin dramatismo.

No me considero un Hudini que con magia es capaz de desenredar las cadenas más fuertes, pero me siento cómodo hablando con mis mentores. Vosotros me habéis enseñado a hablar. Y hoy en día yo me parto también la cabeza para que sigamos unidos y con mucha fuerza. Mi mayor deseo es que mi mayor orgullo no se venga abajo. Porque la vida es caprichosa y adora ponernos a prueba. A ella le encanta tenernos abajo, sumergidos en problemas, y que no podamos emerger. Pero nosotros podemos con todo eso... mejor dicho, vosotros.

Habéis sido, y sois, las dos personas más fuertes que jamás he visto. Siempre unidos y únicos. Siempre hacia delante con verdadera determinación. Nunca os habéis rendido pese a los problemas que habéis padecido, y aunque parezca que la vida no va a cansarse, vosotros tampoco vais a tirar la toalla. Porque hay algo que siempre he tenido en mente y que me ha ayudado con buena parte de mi vida: no hemos llegado hasta tan lejos para caernos aquí.
No estamos aquí abajo para quedarnos hundidos. No voy a dejar que el tiempo pase sobre vosotros y que no encontréis motivos para sacar fuerzas de donde sea. Nosotros somos nuestro propio motivo, nuestra sonrisa viva en nuestro rostro y nuestra mirada viva puesta en el futuro. Sin eso... nada tendría sentido.

Yo pongo mi vida sobre la mesa, todo lo que hasta ahora he aprendido, ya sea con dolor o sin él, para daros a vosotros la ventaja del comodín, la tercera carta de la mano. Una mente educada en el valor de la comunicación y el pensar con detenimiento, la organización y la capacidad de no perder nunca la ilusión. Una persona que ha sufrido también muchas veces pero que no se cansa de hacer todo lo que está en su mano para que todos pensemos, todos actuemos y todos aprendamos.

He de pedir disculpas. Primero por todos mis fallos cuando he tenido la intención de ofrecer soluciones o recordar lo que somos. Y pido también disculpas adelantadas, porque, a pesar de mi cabezonería también, no voy a cesar en mis intentos de empujar este pequeño carro que nos mantiene a todos juntos, falle o no falle.

Así que os doy las gracias. Gracias por darme estos principios y por haberme enseñado a tener una mente libre. Sin vosotros yo solo sería un borrego más de esta sociedad incapaz de mirar por el bienestar de su propia familia.

Habéis hecho lo imposible por llegar tan lejos y no es el momento de rendirse.


A mis padres, que los quiero sobre todas las cosas.

Víctor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario