domingo, 27 de diciembre de 2015

"[…] Pensaban, entre las sabias callejuelas, que vivía borracho. Borracho tal vez de licores inexistentes, de martinis venidos desde fuera de este mundo; de lágrimas, sudor tal vez, o de agua en lluvia, fuentes improvisadas o mares del tamaño de un pequeño mantel.
Su paso era bien conocido, así como la increíble habilidad de colocar los ojos pero no mirar nada. Sin mirar, pero sin que nadie pudiera saber qué veía, parecía ser presa cada minuto y medio de ese diálogo propio de despertar algo tarde; de ese infinito en el que el tiempo se expande como un bizcocho. El olor de lo inamovible cuando se aproximaba a lo lejos: oxidado, rancio, añejo, y en resumidas cuentas, desagradable. El sonido de llevar una vida a rastras le perseguía allá donde dejara huella. Y de cerca, la sensación de no saber si estaban lo suficientemente a su lado aún casi apoyando todas las miradas por sus hombros. 

Le decían 'el enigmático' porque nadie sabía de dónde venía, ni a dónde le llevaban sus pasos. Sin dinero, familia, amigos o conocidos, deambulaba sin rumbo dando tumbos de taberna en taberna. Buscaba en su fatídico silencio algo que echar a su ya rasgada garganta, seca de no hablar ni emitir sonido alguno. Su seña de identidad era el suspiro, llevado a su máxima expresión al ser testigo de la ya tan negada asistencia que venía recibiendo. Sus ojos se derramaban como dos cataratas, mientras su giro de ciento ochenta grados hacia otro paradero desconocido le regalaba al resto una espalda llena de cicatrices.
Y, al final, su enigma desaparecía, tanto de las calles como de las mentes, hasta su eventual vuelta a las andadas. ¿Dónde huiría aquel corvo ser de existencia despreciada? ¿Qué techo le aguardaría para no mojarse de lluvia, o no morir congelado?"

- Aguarda, ¿realmente era un señor vagabundo desconocido para todo el pueblo? Siendo un pueblo pequeño, me resulta extraño que nadie lo conociera, ni supieran desde dónde provenía.

- No sé si puedo aclararte eso ahora mismo - farfullaba mientras ojeaba algún par de hojas más.

- No te lo tomes a mal. Sé que es una novela en la que has puesto mucho empeño. Lo digo porque son cuestiones que cualquiera puede hacerse llegado a este punto, y quiero que los detalles estén limados y conectados muy bien entre ellos.

-¡Ah! Venía desde otro pueblo, entre senderos y caminos. Huía; de algo que aún no se sabe.

- ¿Huir? Hm. Entonces puedo concluir en mil vertientes distintas, a cada cual más desajustada y desorbitada. De todas maneras creo que me decanto por una vertiente argumental en concreto. Clásica, simple y cruda: huía de un romance muerto. Pero me planteo, si es así, de qué huye entonces puesto el segundo pueblo como escenario global. 

- Eh, eh. No te adelantes tanto. La novela no es tuya, ¡que yo sepa! - dijo mientras amontonaba y ajustaba el ancho de todos los folios entre sus manos - Creo que tengo que repasar esto y pulir algunas asperezas. Lo dejaremos para otro momento.

Se hizo la soledad tras el pequeño rato de lectura junto con la despedida, y el pensamiento ya volaba allá donde era incontrolable. Le daba vueltas y más vueltas a eso de "huir de un romance muerto" y, entre pequeños resoples y miradas al suelo, reconocía ser un argumento bastante sórdido para una novela que podía dirigirse hacia el trato de problemas sociales desde un punto de vista humanitario y económico. En su mente, lo transformaba todo en algo romántico: algo relacionado con el amor o con el desamor. Y sin permiso de su autor, en su pequeño escondite quiso darle sentido a la existencia de aquel enigmático protagonista:

" Había olvidado eso de hablar, así como de mirar con deseo.
  Porque el deseo no existe donde ha terminado una guerra,
  donde el fuego arrasa con todo, donde solo queda negro.
  Los gritos fueron empujados por el viento hacia un barranco,
  y las olas aguardaban con hambre el festín.
  Su cuerpo, marioneta del sino más ruin, reflejo sin alma,
  sin objetivo; zanja donde vaciar los llantos de todos los
  soldados caídos. Y por deshidratación, mejor beber lo que
  encuentre entre los escombros, que por no beber no quede
  más duda que aquella que irrumpió partiendo el suelo en dos:
  morir sin alguien cuando acabe de respirar la brisa,
  o vivir cargando en las espaldas la mismísima muerte."

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